La gestión pesquera

Se espera que, antes de entrar en propuestas promocionales de la pesquería se realice un estudio que permita determinar cuáles serían las especies objetivo, cuál el volumen de su biomasa, cuáles serían los períodos de vedas reproductivas, cuál sería el efecto ecosistémico de su explotación, para llegar a determinar una tasa anual de captura por especie. De esta información se deriva la capacidad de bodega que debería tener una flota con intención de incursionar en la actividad extractiva, la cuota anual de extracción, las cuotas individuales a asignar y los períodos de pesca. Solo entonces podríamos pretender introducir mayor esfuerzo pesquero sobre el ecosistema marino de Humboldt.

30 de agosto de 2011

El escenario de vida del pescador costero peruano

La pesquería peruana se ha centrado, desarrollado y regulado en los últimos años en función de la industria harinera basada en la anchoveta. Analizada por volúmenes de extracción, la pesquería peruana califica desde entonces como monoespecífica.

Durante años se nos ha hecho creer y pensar en la pesquería peruana de un modo alejado de la realidad. Se nos hizo creer que éramos buenos porque exportamos mucha harina de pescado y se nos inculcó la creencia en muchos mitos más.

Sin embargo, las evidencias hacen presumir que el manejo de la extracción pesquera no garantiza la sostenibilidad de un sinnúmero de recursos importantes para la sociedad y para el equilibrio del ecosistema. El impacto sobre los recursos marinos y costeros se hace cada vez más evidente, pudiendo exceder  la capacidad de carga de los mismos.

La riqueza infinita del mar peruano no es más que un mito. Este error de percepción promueve un irrefrenable incremento del esfuerzo pesquero y confunde además a la opinión pública haciendo más ardua la labor de regulación.
Los beneficios económicos del sector pesquero marítimo alcanzan a una fracción mínima de la población costera involucrada.

El mar peruano fue muy rico y abundante para la pesca, hoy ya no lo es. Podrá volver a ser abundante si administramos mejor la pesquería.
La capacidad actual para realizar esfuerzo pesquero de extracción del pescador peruano supera  los límites de sustentabilidad.

La capacidad de dar empleo digno y sostenido en extracción está inexorablemente ligada al volumen de captura permisible a lo largo del año.
Los volúmenes de recursos pesqueros naturales no aumentan a la par que crece la población vinculada a la extracción. Los recursos pesqueros no aumentan en función a la demanda.
Un ecosistema en desequilibrio por actividad pesquera constituye la realidad actual. Está provocado por la mecanización y masificación de la captura de especies marinas y por la deficientemente regulación y la ausencia de difusión de la realidad pesquera. Ello conduce a desórdenes de orden económico y social, al empobrecimiento del mar y a la frustración de los actores de la pesquería.

Un ecosistema en equilibrio con actividad pesquera debe ser el objetivo principal de la Administración Pesquera, que autoriza la extracción racional de una porción de biomasa de cada nivel trófico, privilegiando la cautela de ciertas especies y el sacrificio de otras en beneficio del hombre.

El hecho es que hoy hay menos peces que antes. El hecho es que la pesca de otras especies que no sean anchoveta ha disminuido a niveles notorios, sin que medie explicación oficial. Ya no hay meros, corvinas, congrios, cabrillas, etc. como antes. La información estadística oficial no refleja esta situación dado que solamente se centra en 16 principales especies ignorando a las especies costeras capturadas por la pesquería artesanal.

Los pescadores artesanales, que antes capturaban estas y otras especias a poca distancia de sus poblaciones hoy se han visto obligados por la necesidad, a convertirse en pescadores de altura. Pescadores de altura sin tener la preparación ni el equipamiento apropiado que se aventuran a veces hasta las 200 millas en busca de especies sustitutas a su pesquería tradicional, como el perico. El cual se empieza a capturar aun cuando su talla es pequeña.
Los buzos artesanales vienen sufriendo cada vez más accidentes y aumenta su índice de mortalidad porque se ven obligados a sumergirse cada vez más profundo sin tener equipamiento ni soporte apropiado.

La verdad es que los volúmenes que antes existían de otras especies ya no son los mismos. Ya no es rentable pretender vivir de su captura.

Este es el escenario de vida del poblador costero. Una ilusión de pesca de anchoveta que no les genera empleo sostenido durante todo el año, forzándolos a convertirse en supervivientes laborando en cualquier empleo temporal.

Más allá de lo que digan los defensores del status quo, de los intereses de siempre y de los cuestionables informes técnicos y científicos, la realidad impone su propio paisaje. Ese paisaje que solamente conocen y reconocen los reales afectados de una infamante realidad sostenida desde los antiguos regímenes desde siempre.
Más allá de la crítica sana y de la mal intencionada; más allá de la manipulación y de la corrupción, la realidad es que la pesquería peruana requiere de un cambio sustancial.
Solamente la plena convicción en la necesidad del cambio es la garantía de que este se produzca.

20 de agosto de 2011

MATICES - Una crisis terminal

Por: César Hildebrandt

Se incendia Londres, llueven palos en Santiago, la OTAN sigue matando civiles en Libia, los rebeldes se traen abajo un masivo helicóptero estadounidense en Afganistán, las fuerzas de seguridad sirias continúan eliminando opositores y en Somalia ha empezado una hambruna apocalíptica que puede borrar del mapa a millones de seres humanos.

 ¿Este es el nuevo orden mundial? ¿O el nuevo orden mundial será que Estados Unidos sigue imprimiendo billetes para amortizar deudas impagables y que Europa tambalea porque, con la excepción alemana, gasta más de lo que merece gastar?

¿O el orden nuevo consistirá, más bien, en que a los indignados de España los saquen a empujones de la Puerta del Sol y del metro que sale a la Gran Vía?

Como ustedes saben, a mí no me fue dada la virtud de la fe ni la gracia del teísmo: padezco mi incredulidad y sé que me corromperé en un cajón bajo tierra.

Pero no se necesita a Dios (miren, lo escribo con mayúscula: algún miedo miserable me susurra precauciones) para creer en principios y valores. Es relativamente comprensible entender lo de Libia, donde un payaso siniestro creó una monarquía unipersonal y vitalicia. Está más cerca aun de nuestra comprensión lo que sucede en Siria, país sometido a una férrea dictadura de vocación también dinástica apoyada en los tanques de sus fuerzas armadas. Es natural que los helicópteros de un país ocupante, que mata a domicilio y sin siquiera arriesgar la vida de sus pilotos, sean eventualmente volados. Y para este mundo, es ritual que en África siempre haya un país al borde de la extinción por una guerra civil sin fin o una sequía mandada por los poderes infernales.

Ya no resulta tan fácil explicar lo de Londres, lo de Santiago, lo de Madrid, lo de Lisboa, lo de Dublín o lo de muchas ciudades de los Estados Unidos que han visto el desfile de una nueva ira ciudadana.

Lo que revelan las noticias, por lo general, es que en ese occidente jactancioso que creía haber llegado al "fin de la historia" y a la fórmula de la inmortalidad capitalista, la gente está harta. Lo que también revelan las noticias es que el sistema de contención del capitalismo neanderthal -redescubierto por la Thatcher- y adorado en Wall Street ha empezado a resquebrajarse.

 La gente está harta de que le hayan robado la democracia y de que una sola partitura -la de los tiburones de las bolsas y los ladrones de la banca- sea la que se imponga en los coros de los niños castrados de la prensa.

Hartos están todos -y con razón- de que los truhanes de las finanzas y del hampa corporativa compren periódicos y televisiones para decirle a la gente que está bien que se joda, muy bien que se resigne, mejor que se calle y maravillosamente bien que obedezca. Lo que estamos viendo es como la película "Despertares" pero en versión de la Comuna de París: millones de aturdidos abandonan el limbo y gritan para comprobar que están vivos.

Me da mucha risa cómo es que la prensa peruana, por ejemplo, trata la crisis mundial que ha empezado. Se habla de números, de alivios, de cumbres políticas, de rebaja de calificaciones, de Obama y de la Unión Europea. Lo que no se trata es lo único que podría ser interesante: esta es una crisis medular y sistémica. No tiene que ver con un episodio borrascoso del crecimiento sino con un final de época, un ultimátum que la razón le ha dado a la sinrazón.

No es posible la continuidad sin sobresaltos de un sistema que privilegia la industria de la matanza, que carece de escrúpulos, que cree que la codicia es una virtud teologal, que aupa a la cima de la política a subnormales como Sarah Palin, que castiga el mérito del trabajo y premia el crimen financiero, que trata a las masas como estadística y al dinero como patrimonio de las élites. No es posible que un sistema que no cree en la felicidad, que se nutre de la corrupción, el abuso y la depredación de los recursos insista en sus fórmulas y crea que la impunidad es su mejor blindaje.

Es hora del cambio de embarcación, ruta, capitán y tripulantes. Este Colón mamarrachento no nos lleva a ningún nuevo mundo. Esta carabela nos conduce al mar de los Sargazos, esquina (imaginaria) con la fosa de las Marianas.

Eso es lo que están diciendo las calles. Porque las calles dicen ahora lo que los políticos, amordazados por los operadores del sistema, ya no pueden decir. ¿No era que Chile era el modelo a seguir a pie juntillas? Que hablen los araucanos valientes y los estudiantes felizmente obstinados.

 Se asombran en Londres de que haya niños entre los manifestantes vandalizados. ¿Cómo no va a haber adolescentes y niños si han mamado violencia desde que la televisión-niñera los atrapó, si han visto en el cine "de éxito" que degollar, descuartizar, volar en mancha y balear en banda es un "grandioso espectáculo"? El sistema no previó, entre otras muchas cosas, que al hacer héroes a monstruos sin ley estaban construyendo monstruos sin ley que algún día saldrían a imitar a sus ídolos.

 Tampoco previó que al abaratar el salario y al condenar a generaciones enteras a vivir del crédito estaba labrando su propia iliquidez. No tenía cómo prever esto porque los gobiernos que operaban el sistema hacían exactamente lo mismo.

El capitalismo, tal como lo hemos conocido, ha dejado de funcionar. Podrá obtener una tregua, algún aplazamiento, un enésimo maquillaje, pero su fin está próximo. Que ese fin sea pacífico, que esa transición no se confunda con el caos, dependerá de los indignados pero, sobre todo, de los causantes de tanta indignación.

La gente está harta, pero mas harta está el planeta Tierra. Harta la gente, hartos los bosques, asqueados los mares, Alaska en pie de guerra, la Antártida ofendida, el aire de ceniza que terminará, si todo sigue igual apagándonos la luz del sol: fín de era. Aunque suene anticuado a los tuiteros: no se puede vivir sin valores sin sueños grandes, sin prójimos, sin la modestia que debería siempre imponernos ser inquilinos fugaces de una roca viva que nos alberga con ciertas condiciones.

El capitalismo neardhental se ha metido con la naturaleza, No le bastado tratar con la punta del pie a sus siervos(los tra bajadores). Ha tenido que burlarse de la naturaleza y, por supuesto, la naturaleza ha empezado a enviarle la factura .

En vista de todo o esto, qué pálida parece nuestra política y que desvaída la mayor parte de nuestra prensa. Como en el siglo XIX, los peruanos seguimos siendo realistas cuando el mundo borbónico ha estallado.

El imperio de China acabó (y acabó dos dos veces, si me lo permiten, igual que el ruso). Roma terminó en escombros. La historia es el equivalente a unas páginas amarillas de todos Ios imperios muertos y todas las arrogancias desvanecidas.

El orden internacional actual ha empezado a hundirse de verdad mientras su potencia líder vive de fiado y jaqueada por una derecha clínicamente imbécil. Y aquí estamos viendo que diablos pasará con la prima de Nadine nombrada en la Sunat.