El ecosistema marino de Humboldt es el que presenta el
mayor potencial mundial de recursos pelágicos. Sin embargo, no tiene garantías
de estabilidad ni permanencia debido a las variables que en el mismo introducen
la actividad pesquera, el hombre y el cambio climático.
El paradigma dominante de la pesquería en el Perú es
el de una pesquería basada en una sola especie que desembarca los volúmenes más
grandes de recursos pesqueros del planeta, la anchoveta.
La anchoveta, como todos los peces, son recursos
renovables solamente si se tiene cuidado de permitirles renovarse. Entonces,
podrán explotarse indefinidamente. Para ello se impone un ordenamiento, lo que
significa que las cantidades que se capturan deben mantenerse dentro de límites
definidos científicamente, para lo cual se requiere de información que permita
establecer cuotas anuales de captura por especie.
En ese contexto, se requiere diseñar reglamentos de
ordenamiento pesquero que aseguren la sostenibilidad de los mismos,
estableciendo herramientas de control y sanción apropiadas. Para ello se
requiere de una acción objetiva, desprovista de pasiones e intereses políticos
individuales o gremiales.
La regulación de la pesca implica sanciones
eventuales; pero pierden eficacia cuando intereses políticos y/o de parte
condonan o reducen las multas derivadas de sanciones impuestas por infracción a
las normas. Mella el principio de autoridad y desalienta las acciones de
fiscalización.
Ocurre que la pesca en el Perú no solamente es poco
conocida, sino que también sufre de la falta de interés por parte de los medios
y de la propia población. Creemos que somos buenos porque somos los primeros exportadores
mundiales de harina de pescado. El desconocimiento del sector pesquero es
compartido por la prensa y por la propia sociedad, por tanto, ambos resultan indolentes al
problema. Eventualmente, esta ignorancia también es compartida por funcionarios
que son designados sin mayor experiencia ni conocimiento de la problemática
pesquera.
El Estado tiene que asumir la responsabilidad de
elaborar políticas de largo plazo y colocar su ejecución en manos de personas
conocedoras, experimentadas y que estén animadas de un espíritu generoso de
contribuir con su desarrollo sostenible, y no sirviendo a intereses de parte.
La ciudadanía peruana tiene el deber de defender sus
derechos a un ecosistema saludable y a una justa participación en la renta
generada por la extracción de sus recursos pesqueros.
El hecho es que la pesca de otras especies que no sean
anchoveta ha disminuido a niveles notorios, sin que medie explicación. Ya no
hay meros, corvinas, congrios, cabrillas, etc. como antes. Hoy hay menos peces.
Los pescadores artesanales, que antes capturaban estas
y otras especias a poca distancia de sus poblaciones se han visto obligados por
la necesidad, a convertirse en pescadores de altura sin tener el equipamiento
apropiado.
La verdad es que los volúmenes que antes existían de
otras especies ya no son los mismos. Ya no es tan rentable, como antes,
pretender vivir de su captura.
Las evidencias hacen presumir que el manejo de la
extracción pesquera no garantiza la sostenibilidad de un sinnúmero de recursos
importantes para la sociedad y para el equilibrio del ecosistema. El impacto
sobre los recursos marinos y costeros se hace cada vez más evidente.
La pesca industrial y artesanal tienen el deber
conjunto de cuidar los océanos, fuente de su propia subsistencia.
Tenemos la responsabilidad y el deber de actuar con
precaución, colocando en primer lugar, las necesidades alimentarias de nuestra
propia población.
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