Tal admiración, no muy lejos de Cuyabeno, en territorio peruano y brasileño dentro de la cuenca amazónica, parece no existir. Allí no hay cámaras ni turistas expectantes. Son los pescadores quienes los esperan con ansias para matarlos y usarlos como carnada para atrapar un pez carroñero conocido como mota, simí o piracatinga. Con redes, los acorralan y luego les disparan con escopeta o arpón.
"Dejan que se descomponga y así atrae más peces. Después, los meten en una jaula, en pedazos o enteros, y ahí va llegando la mota", explica Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, ONG que trabaja hace más de 20 años para conservar la fauna y los ecosistemas acuáticos y terrestres en el país.
La diferencia es simple: el capaz es de un color y la mota tiene unos puntos oscuros que lo hacen ver como un capaz 'dálmata'.
Añade que hay "falencias en cuanto a exigir a los comercializadores claridad sobre la especie que se vende. Aunque la mota tiene características que la diferencian del capaz, no es fácilmente identificada por los consumidores. Además, se conoce que los pescadores raspan los flancos de los peces para eliminar las manchas de la piel, lo que dificulta más su identificación".
La fuerte demanda de este pez ha hecho que, sin saberlo, cada colombiano que lo ha comprado en plazas de mercado y almacenes de cadena, donde media libra cuesta en promedio 6.000 pesos, haya alimentado la matanza de delfines rosados.
La matanza de delfines, a todas luces ilegal por tratarse de una especie protegida, se realiza muchas veces de noche o en zonas donde las autoridades son un fantasma.
Tras ocho años de 'cacería' a estos pescadores, investigadores de Omacha han confirmado que no solo ocurre en el río Amazonas.
El colapso de las pesquerías de grandes bagres hizo que los comerciantes en los últimos cinco años buscaran una nueva 'víctima'. Apareció así la mota, que para el mercado colombiano viene a reemplazar el capaz del río Magdalena. No obstante, el gran sacrificado resultó ser el delfín, pues ante el hambre de dinero de los comerciantes la protección de esta especie fue solo un bocado.
El tema se tocó en Panamá en julio pasado durante la reunión de la Comisión Internacional Ballenera, donde Colombia y Brasil se comprometieron a mantener una reunión binacional para ver cómo frenan la matanza de delfines y la pesca de la mota.
"La Agencia de Cooperación Internacional de Colombia ha propuesto ser facilitadora en una reunión en agosto con ministerios y otras autoridades para que se enteren de la problemática y se fije una posición como país. También, para que se pida una reunión de alto nivel con Brasil y, ojalá, vedar la pesca de esta especie", adelanta Trujillo.
En ese sentido, la Dirección de Pesca y Acuicultura afirma que ha habido reuniones internacionales, particularmente con Brasil, para establecer planes de acción. Asimismo, la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca, como nueva autoridad, adelanta una revisión de estos procesos para darles continuidad.
Vivos, una mina de oro
Por un delfín muerto en Brasil pagan 25 dólares, mientras por observación turística en Colombia, hace 5 años, cada uno de estos peces producía unos 220.000 dólares para la economía local.
"En ese momento, esos turistas dejaban unos 7 millones de dólares. Ese 94 por ciento de los encuestados equivalía a unos 6,6 millones de dólares. Sabíamos que en el trapecio amazónico había unos 400 delfines; lo dividimos en 6,6 millones de dólares y nos dio que cada delfín producía unos 22.000 dólares al año", recuerda el biólogo Trujillo. Se estima que hoy el turismo en la región representa la suma de 8,3 millones de dólares.
Tener delfines de río es privilegio de pocos países. "Entraron a Suramérica hace más de dos millones de años, cuando el nivel del mar estaba 180 metros por encima del actual. Muchas especies marinas quedaron atrapadas ahí y aunque algunas se extinguieron, los delfines se fueron adaptando", explica Trujillo. Hace 500.000 años, anota, llegaron también unos delfines grises marinos cuya especie se conoce como Sotalia fluviatilis.
Hoy, los esfuerzos se encaminan a evitar que ocurra lo mismo que en Asia. "En China, hace cuatro años, declaramos extinta ecológicamente una especie de delfín en el río Yangtsé. En la India y en Pakistán estos viven condiciones muy precarias. Calculamos que hay menos de 1.000. En el río Mekong, que nace en China y pasa por Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam, quedan apenas 80. Son especies que, si no hacemos algo urgente, seguramente se van a extinguir en los próximos 10 años", alerta Trujillo, ganador del Premio Whitley en el 2007.
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