La gestión pesquera

Se espera que, antes de entrar en propuestas promocionales de la pesquería se realice un estudio que permita determinar cuáles serían las especies objetivo, cuál el volumen de su biomasa, cuáles serían los períodos de vedas reproductivas, cuál sería el efecto ecosistémico de su explotación, para llegar a determinar una tasa anual de captura por especie. De esta información se deriva la capacidad de bodega que debería tener una flota con intención de incursionar en la actividad extractiva, la cuota anual de extracción, las cuotas individuales a asignar y los períodos de pesca. Solo entonces podríamos pretender introducir mayor esfuerzo pesquero sobre el ecosistema marino de Humboldt.

2 de agosto de 2006

El complicado mundo de la pesca

La pesca de consumo humano directo en el Perú, se basa fundamentalmente en las capturas de la flota artesanal.
Cada día es una aventura totalmente distinta, tanto en el mar, en el muelle como en los mercados.
Nadie sabe lo que el mar ofrecerá cada mañana, pero el sabor a la aventura se vive a diario.

Trabajo apasionante que genera una compleja y variada sucesión de eventos diversos, los cuales ocultan dramas humanos, desesperanzas, frustraciones, satisfacciones pero también optimismo.

La pesquería en el Perú esconde tal cantidad de complejidades que sería necesario escribir varios tomos para narrarlos. Y aún si se hiciese, sería sumamente complicado catalogar o clasificar los eventos. Hay eventos económicos, comerciales, financieros, de mercado, tecnológicos, pero por sobre todo, humanos.
Los eventos humanos son el denominador común.


La pesca será buena o mala según el ángulo humano que se la mire. Será buena para una empresa exitosa en sus capturas si es armador puro. Será buena si la calidad y cantidad de pesca capturada satisface índices de rentabilidad para el proceso, sea congelado, harina o conserva. Será buena si el volumen capturado genera la producción proyectada.
Y será mala si no satisface los standares descritos.

Pero inevitablemente la calificación de buena o mala habrá sido el producto de un esfuerzo humano. Un esfuerzo duro, peligroso, de alto riesgo. Un esfuerzo a bordo, en el mar, que requiere de una logística de tierra eficiente y sacrificada también. Se trabaja sin horarios, de noche, de madrugada, en feriados, en fines de semana, bajo el frío viento de la costa. Pesca buena o mala, el esfuerzo humano se hizo. Esfuerzo humano poco valorado. El pescador gana dinero solamente en la medida que captura. Si no hay captura no hay dinero. Pero el esfuerzo se hizo.

El dinero que se gana no compensa el esfuerzo. Aún si la pesca fue buena. El precio pagado al artesanal es irrisorio en proporción al esfuerzo desarrollado.


El precio pagado al industrial de consumo humano directo tampoco es el mejor que digamos. Todo se reduce a una cuestión de mercado. Exportamos la mayor cantidad de nuestra pesca con poco valor agregado y recibimos un bajo precio que, en consecuencia, se traslada hasta llegar al pescador. En el camino, los seres humanos que procesaron esa pesca para darle un valor agregado, aunque sea mínimo, también ganan en la medida que producen. Ganan poco también. Y a veces con riesgo de sus vidas porque generalmente sus embarcaciones están deficientemente mantenidas y conservadas, porque siempre habrá poca plata para ello.

El Perú es un país de mano de obra barata dicen muchos. Y efectivamente hay razones para ello, pero al final, hubo un esfuerzo humano para llegar al producto final. Pero somos un país del tercer mundo, un país de mano de obra barata.


Quizá no es mano de obra tecnificada, pero siguen siendo seres humanos que no tuvieron, no tienen, ni tendrán una posibilidad de mejor educación. Somos un país pobre con muchas carencias.

Pero hay seres humanos con experiencia aunque sin educación, y con necesidad de trabajar, y lo seguirán haciendo ganen lo que ganen porque tienen que sobrevivir, aún a costa del riesgo de sus propias vidas..

Y seguiremos hablando del mar, de la pesca, de las 200 millas, de la Convemar, de las cuotas individuales, de la necesidad de reducir la flota cerquera, de la necesidad de una política pesquera, del patriotismo, del entreguismo. Y seguiremos hablando del mar, de un mar que realmente es más de los pescadores que de los demagogos. Son nuestros pescadores y nuestros hombres y mujeres que procesan y comercializan esos pescados los que realmente dan vida al mar. Y ellos seguirán sobreviviendo y trayéndonos alimento a nuestras mesas, pese a todo lo que se haga o no se haga, a lo que se diga o no se diga.

Porque somos un país del tercer mundo, un país pobre de mano de obra barata. Un país en el cual cualquier cosa puede ocurrir en el terreno de la política, de la improvisación, de la incompetencia, del abuso y de la ausencia de justicia y a veces hasta de la más elemental consideración lógica.
Y finalmente moriremos.

En la presencia de la muerte solo existe una pregunta. Y esta pregunta no dice: ¿porqué ha muerto?, sino ¿cómo ha vivido? Todos debemos hacernos esta pregunta. Y tenemos que hacerla con sinceridad y urgencia, como si ya no existiéramos mañana.


El hombre debe poder decir sí cuando piensa que sí. Pero cuando hay muchos que dicen sí mientras piensan que no; o dicen sí por la carrera, comodidad, por la ganancia, mientras su conciencia dice que no, o calla, entonces ha llegado el momento en que la humanidad muere. Es la hora de la gran muerte. Cuando muere la conciencia, deja de vivir el hombre y se convierte en animal.

Pero, ¿quién tiene la fuerza para ello? Porque grande es el temor de que los manantiales de los cuales vivimos puedan un día taponarse.

Donde desaparece el sentido de la justicia, aparecen los abusivos. Donde desaparece el sentido de la razón, aparecen los prepotentes. Y si tienen en sus manos el poder y no lo usan para beneficiar a sus semejantes, entonces se desborda el odio. Entonces los superiores serán enemigos y los enemigos serán diablos. Y entonces fundamentalmente bueno es uno mismo y básicamente malo el otro. Justo será todo lo que sirve para uno e injusto lo que pueda impedir vencer a uno con todos los medios y a toda costa. Y a eso le llamaremos problema social. Si el problema social se desborda en violencia, le llamaremos alteración del orden público, terrorismo o que se yo.

Y seguiremos hablando del mar y de la pesca, pero no hablaremos de los seres humanos que hacen posible que los peces lleguen a nuestra mesa y a las mesas del exterior. Y no hablaremos de los seres humanos con hambre que se desbordan en busca de justicia y de salarios dignos.

Y seguiremos sin tener una flota de altura, seguiremos sin tener una marina mercante, seguiremos privilegiando el alimentar a los países del primer mundo antes que a nosotros mismos, y nuestros botes artesanales seguirán perdiéndose en el mar por falta de radio baliza y medios de comunicación. Y seguiremos perfeccionando nuestros sistemas de calidad para la exportación, y seguiremos manipulando el pescado para el mercado interior en condiciones tan insalubres como siempre.


Y el Terminal Pesquero de Ventanilla, quizá el complejo más grande de Sud América, seguirá siendo lo que es. Un lugar donde todos los días a las 5 de la mañana congrega a todos los comerciantes de pescado y mariscos que esperan son ansias ver que es lo que el mar nos dio el día anterior, para poder finalmente satisfacer el paladar de un exigente degustador de ceviche que ignora por completo todo el complejo proceso humano que permitió que él consuma ese plato. Y que de paso también ignora si las condiciones sanitarias en la cual fue manipulado satisfacerían a los exigentes paladares del primer mundo. Pero como él mismo estará habitando un país del tercer mundo, ese detalle no tendrá mayor trascendencia.

Dejemos el tema de la Convemar, de la flota artesanal, de la flota de de altura, de la marina mercante, de la necesidad de un enfoque ecosistémico de nuestra pesquería, etc. etc en manos de los demás, de los políticos de turno, de quien sea…porque finalmente no es nuestro problema. Es problema de los que tienen tiempo para pensar. Aquí las urgencias de la supervivencia diaria no dejan mucho tiempo para pensar y para participar en la toma de decisiones sobre nuestro futuro. Nos hemos acostumbrado a que otros piensen por nosotros y nos den órdenes fáciles de seguir. Es más cómodo. Aunque nos conduzcan a la extinción de nuestra pesquería, siempre podremos echarles la culpa. ¿no es verdad?

Porque total…, somos un país pobre del tercer mundo. ¿A quién le importa?

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